Capítulo 20: Preguntar a los mayas

>> sábado, 11 de abril de 2009

Preguntar a los mayas

Los diferentes colaboradores del proyecto del “Retiro de Moisés” se tardaron cerca de 2 semanas en arribar a Palenque. La veintena de arqueólogos que lo componía, contaba con integrantes de seis nacionalidades diferentes y a todos ellos les dio un enorme gusto encontrar a Sofía como cabeza para esta temporada. No todos habían colaborado en las temporadas anteriores, pero si coincidían en haber conocido a la joven en alguna ocasión cuando ésta había acompañado a su madre en algún proyecto.

La primera junta de trabajo con el equipo completo se realizó hacia finales de mes y de inmediato saltaron a la vista los problemas. Cada uno de los arqueólogos tenía fijo su interés en un aspecto diferente. Unos querían que el acento se diera en desentrañar el complejo sistema hidráulico de la zona de excavaciones para descubrir un poco más sobre la avanzada tecnología del manejo del agua que tenían los mayas. Otros, de una escuela más novedosa, querían hacer hincapié en el desentrañar los misterios arqueo-astronómicos, y otros más simplemente se querían dejar guiar por él, en la arqueología, ya tradicional factor sorpresa y descubrir lo más posible para que luego otros se ocuparan de descifrar lo descubierto.

Para Sofía estas discusiones no eran nada extraño. En todas las juntas de trabajo a las que había asistido acompañando a su madre la tónica era la misma. Siempre se acordaba del dicho que decía que cuando se juntaban dos personas había por lo menos tres puntos de vista diferentes.

La joven arqueóloga, consciente de los retos que representaba la interpretación del tablero después de haberlo estudiado durante casi dos años para desarrollar su tesis, intuía que en su lectura se escondían elementos que iban a llevar a la concepción de los mayas y lo maya a una esfera de entendimiento diferente, al mismo tiempo se daba cuenta que los métodos convencionales en los que se basaba la epigrafía no iban a ser suficientes para resolver el reto.

Sofía decidió que el mejor método iba a ser preguntarle a los mayas todavía existentes. Así que decidió convocar a Ramiro Balam, la única persona que le podía ayudar en este sentido.

“Don Ramiro,” le dijo Sofía cuando lo tuvo en frente, “le tengo una encomienda muy especial.”

“Usted dirá, niña Sofía,” le contestó Ramiro.

“Mire, como bien sabe hemos tenido serios problemas para la interpretación del tablero que descubrió mi madre.”

“Que en paz descanse.”

“Usted tiene más experiencia que yo en estas cosas y sabe perfectamente bien a que problemas me refiero. La epigrafía maya nunca ha sido demasiado eficiente y de todo lo que se ha descubierto hay por lo menos tres o más interpretaciones. Así que yo creo que hemos estado haciendo las cosas al revés y le quiero proponer una forma de enderezarlas.”

“Eso suena bien, niña.”

“No puedo prescindir de su presencia en los trabajos, así que quiero que me mande a dos o tres gentes de su total confianza, que sean mayas de nacimiento, para que vayan a los pueblos y me traigan a cuanto anciano, chamán, curandero o sacerdote puedan encontrar. Hay que preguntar a los mayas para salir de este atolladero, no puedo pensar en ninguna otra forma de hacerlo.”

“Es una excelente idea, y se de las personas adecuadas para llevarla a cabo. Se trata de mi sobrino K’uk y de su amigo Ak, que tarde o temprano va a ser su cuñado porque anda enamorado de mi sobrina.”

“Mándeme a ese par, para que pueda darles instrucciones precisas y se pongan a trabajar en el asunto.”

Ramiro Balam fue a buscar a Ku’k y Ak al finalizar la jornada laboral. No le había parecido prudente hacerlo directamente en las excavaciones ya que los demás trabajadores hubieran pensado que estaba favoreciendo a su sobrino. No es que fuera algo que le importaba, pero no costaba nada guardar las formas.

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Sofía, los gemelos, la abuela y Gloria estaban desayunando cuando K’uk y Ak tocaron la puerta y pidieron entrevistarse con Sofía. La mesa era lo suficientemente grande para acomodar a una docena de personas o más por lo que invitaron a los mayas a sentarse para compartir el desayuno. Los dos mayas aceptaron gustosamente pero, de acuerdo a su costumbre, guardaron silencio durante toda la comida.

Los gemelos, en particular Azalea, contemplaron a los mayas de reojo y Atabulo fue el primero que habló teniendo el último bocado todavía en la boca.

“¿Realmente son mayas, ustedes?”

“Si,” le contestó Ak en tzetzal primero, y luego tradujo: “Si, somos mayas. Descendientes de los mayas que muchos soles atrás construyeron Palenque. Para nosotros es un orgullo participar en este proyecto porque significa que el resto del mundo conozca un poco más sobre nuestros ancestros.”

“¿Supongo que han entrado a ver el nuevo tablero que descubrió mi madre hace dos años?”

“Si prometes guardar el secreto,” le dijo K’uk, “te tengo que confesar que incluso me he metido a dormir allí adentro.”

Sofía sonrió: “Entonces te has dado cuenta que es algo muy importante.”

“Los abuelos, en particular mi abuela que era curandera, siempre hablaba de que algún día se descubriría algo tan grande que haría que los antiguos mayas revivieran con todo su arte. Cuando vi el tablero la primera vez, se me vivieron a la mente las imágenes de mi abuela hablando con toda su pasión de ese descubrimiento. Tal vez este tablero lo sea, tal vez no… No puedo decirlo, soy muy ignorante para eso.”

“Bueno, creo que eso es un buen augurio,” contestó Sofía, “yo también creo que se trata de algo muy importante y que puede cambiar la forma como el mundo ha visto a los mayas hasta ahora. Pero he tratado de descifrar los glifos durante dos años y lo que hemos aprendido hasta ahora sobre la interpretación de los glifos mayas no sirve para leer lo que dice en este tablero.”

“Eso nos los dijo don Ramiro también,” intervino Ak, “dijo que ninguno de ustedes, los arqueólogos había encontrado soluciones todavía.”

“Y allí es donde necesitamos que intervengan ustedes. He preparado unas carpetas con copias del tablero. Me gustaría que fueran a los pueblos y le dieran copias a todos los chamanes, curandero y gente sabia entre su pueblo para que nos ayuden a descifrar el tablero. Quizá incluso sea necesario que vayan hasta Guatemala para buscarlos.”

“Ramiro también pensó que eso era una buena idea. Pero nosotros no conocemos mucho de los pueblos. No sabemos a donde están los sabios. Solo conocemos a los que viven en las comunidades cercanas a la nuestra.”

“Pues por allí pueden comenzar, si ellos están de acuerdo, deben de conocer a otros sabios y estos a otros, así hasta que encontremos a aquellos que puedan ayudarnos. Es hora de preguntar a los mayas.”

“Si quieres podemos partir ahora mismo a nuestro pueblo y de allí a otros. No perdemos nada con intentarlo.”

“Bien, agradezco su colaboración,” dijo Sofía, “obviamente tendrán todo lo necesario para cubrir sus gastos y tu, Ak, tendrás lo necesario para construir tu casa para que te puedas casar con la hermana de K’uk.”

continúa con el capítulo 21: La Pianista

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